Por: Víctor Yáñez
La elección de mañana en la UAEMex pende de un hilo muy delgado.
Pese al poco optimismo del encargado del despacho de la Rectoría, Isidro Rogel, para conducir a buen puerto la jornada del 15 de julio, que definirá a la próxima rectora de la Universidad Autónoma del Estado de México, María Dolores Durán volvió a demostrar por qué es una figura política a la que no conviene subestimar: resiliente, astuta y adaptativa.
A través de sus redes sociales, Durán llamó a participar en la elección. Pero no para votarla a ella —pues ya renunció formalmente al proceso—, sino para respaldar el proyecto de Maricruz Moreno Zagal.
Ese gesto no es menor. Habla de un interés profundo en el rumbo de la UAEMex y, también, de un mensaje político: ella sigue siendo factor.
Mañana, la universidad debería vivir un proceso democrático con voto presencial y electrónico. Pero el contexto dista de ser ideal. El descontento estudiantil no es nuevo, pero se agudizó ante la negativa de las aspirantes —Maricruz Moreno, Patricia Zarza, María José Bernáldez y Laura Benhumea— de reunirse con los estudiantes en paro.
Ignorar ese reclamo fue un error de cálculo político. Grave. Un síntoma de soberbia, o al menos de desconexión.
A eso se sumó el “aderezo” de última hora que aportó Isidro Rogel: los votos emitidos a favor de María Dolores Durán serán anulados. Y, peor aún, dijo que esos votos no respaldarán a Maricruz Moreno, pese al llamado explícito de Durán a favor de ella.
¿Juego sucio? ¿Torpeza institucional? ¿O simplemente miedo al resultado?
El panorama está más enrarecido que nunca. Hace unos días se hablaba de Patricia Zarza como puntera, pero su intento de madruguete quedó en el aire, lo que permitió cierta tregua momentánea.
Sin embargo, el Enjambre Estudiantil Unificado subió el tono en la víspera de la elección: exigen que se postergue hasta el 6 de agosto, alegando que el 18 de julio inician las vacaciones y nadie está dispuesto a sacrificar sus días libres en medio del caos.
El mensaje es claro: la comunidad estudiantil no se siente representada, ni escuchada, ni tomada en serio. Las autoridades universitarias juegan con fuego. Subestiman a un movimiento que ya ha demostrado capacidad de organización, músculo político y, sobre todo, hartazgo.
Parecía que todo iba a salir a pedir de boca. Pero no contaban con los pequeños detalles: la presión social, el enojo contenido, la falta de sensibilidad política.
La insistencia de Isidro Rogel en llevar al borde del abismo una elección que no tiene consenso, que ignora las exigencias estudiantiles y que pretende resolverse sin diálogo real, podría echar por la borda todo el proceso.
Si mañana estalla el conflicto en el proceso de elección, no será por casualidad. Será por soberbia.
Y entonces, todo —las presentaciones de planes, las alianzas internas, los discursos bien redactados— se irán por el caño.
Todo, por no escuchar.