Zacualpan, Estado de México. Zacualpan despertó distinto. Desde temprano, el murmullo de la gente avanzaba por las calles polvorientas, entre saludos, pasos apresurados y esa mezcla de curiosidad y esperanza que solo se siente cuando algo importante está por suceder. En Río Florido Segunda Sección, los vecinos ya estaban listos: hoy sería el día en que, por primera vez, la luz llegaría a cada hogar… y no cualquier luz, sino una nacida del sol.
La comitiva comenzó a subir entre las casas, entre sonrisas tímidas y manos que se levantaban en señal de bienvenida. Al frente caminaban la secretaria del Medio Ambiente del Estado de México, Alhely Rubio Arronis, y el presidente municipal Carlos Rogel Valle, saludando a quienes aguardaban para ser testigos de un momento que —para muchos— parecía impensable.
Zacualpan, durante décadas, fue el municipio con mayor rezago en energía eléctrica. Un lugar donde las noches eran oscuras de verdad, donde la vida dependía de velas, lámparas improvisadas o simplemente de la paciencia. Pero hoy, esa historia comenzaba a cambiar: 96 paneles solares, instalados en igual número de hogares, marcaban el fin de una limitación que golpeó a generaciones.
Alhely Rubio, con serenidad y paso firme, explicó a las familias cómo funcionaban los sistemas fotovoltaicos. Lo hacía con claridad, casi con cariño, sabiendo que no solo entregaba tecnología, sino tranquilidad y dignidad. A su lado, Carlos Rogel no ocultaba su emoción: por fin, Zacualpan alcanzaría el 100% de cobertura eléctrica, un logro que lo convertía en el primer municipio del estado en conseguirlo.
Cuando entraron a la vivienda donde se haría la demostración, el ambiente se volvió íntimo. Dentro de la pequeña sala, una familia esperaba de pie, como si asistiera a un acto solemne. Afuera, los vecinos se empujaban suavemente para alcanzar a ver por la ventana.
Entonces ocurrió.
El presidente municipal, con una sonrisa que le borraba el cansancio de la jornada, tomó el interruptor con la mano. A su lado, Alhely Rubio observaba el momento con atención. Una breve cuenta regresiva se escuchó en voz de los propios vecinos:
—¡Una!
—¡Dos!
—¡Tres!
Y la luz se encendió.
Primero tímida, luego firme. Un foco blanco iluminó la habitación, arrancando aplausos, murmullos de asombro y hasta un par de lágrimas escondidas entre los asistentes. Después, como para demostrar que aquello no era magia sino progreso real, conectaron una licuadora que cobró vida al instante. La carcajada colectiva fue inevitable.
Era la confirmación de que el cambio no solo había llegado, sino que funcionaba.
Mientras las autoridades recorrían las viviendas, el ambiente se llenaba de frases espontáneas:
—“Ahora sí, ya no nos quedamos en la oscuridad.”
—“Mis hijos podrán hacer la tarea sin vela.”
—“Ya podemos cargar el celular.”
Pequeñas cosas que, en Zacualpan, significan mucho. Cosas que transforman.
Al final del evento, Carlos Rogel agradeció a la gobernadora Delfina Gómez Álvarez, a la Secretaría del Medio Ambiente y al trabajo conjunto con el Ayuntamiento. Señaló que este avance no solo sacaba a Zacualpan del rezago, sino que lo colocaba como ejemplo de aprovechamiento de energías limpias, una apuesta por el futuro que al mismo tiempo respeta la naturaleza que rodea al municipio.
Alhely, por su parte, recordó que “la energía también es bienestar, seguridad y oportunidad”. Y hoy, esas palabras parecían tener la forma de un pequeño panel instalado sobre un techo humilde, absorbiendo la luz del sol para convertirla en una nueva vida para las familias.
Mientras la tarde caía, ya no era la oscuridad la que esperaba a Zacualpan.
Era un brillo nuevo, cálido, persistente.
Una luz que nació del esfuerzo y que ahora pertenece a todos.
Zacualpan, por fin, brilla.
