Por: Victor Yáñez
Con Maurilio Hernández se alcanza una arquitectura política bien cuidada
*.-Una presidencia Legislativa sin ruido, pero con acentos claros
Con la conclusión del Primer Ejercicio Constitucional de la LXII Legislatura del Estado de México, Maurilio Hernández González cierra su primer año como presidente del Congreso local, en lo que él mismo califica como un periodo de consensos y trabajo por la calidad de vida de los mexiquenses. Sin embargo, más allá del tono institucional y conciliador de su mensaje, el balance político exige una lectura más crítica y menos ceremonial.
Hernández González, hombre cercano a la vieja guardia morenista mexiquense, ha sabido navegar los complejos equilibrios de una Legislatura fragmentada, con fuerzas políticas que aún se resisten a ceder espacio a la nueva hegemonía que Morena intenta consolidar en el Estado de México. Su papel como presidente del Congreso no fue solo el de un moderador de debates, sino el de un operador político con agenda, cuya prioridad —aunque no siempre visible— ha sido apuntalar el tránsito hacia un nuevo equilibrio de poder estatal.
Una Legislatura en tránsito
Durante este primer año, la LXII Legislatura no ha sido especialmente ruidosa ni prolífica en reformas de alto impacto. Pero eso no implica inactividad. El énfasis ha estado en el diálogo, en la administración del conflicto, y en la preparación del terreno para reformas más estructurales que podrían venir en los años siguientes, sobre todo si Morena consolida su control institucional tras los próximos comicios.
En ese contexto, el rol de Hernández González ha sido estratégico: mantener la gobernabilidad legislativa, contener el desgaste público, y no romper los delicados puentes con los poderes Ejecutivo y Judicial, en particular durante la transición política derivada del relevo en la gubernatura. Su mención explícita al carácter representativo «ante los otros poderes y la sociedad» no es casual: está diciendo que, aunque la Legislatura se ha mantenido en segundo plano, su liderazgo no ha sido menor.
Austeridad discursiva, pero no inocente
El lenguaje del presidente saliente de la Legislatura es pulcro, medido, casi burocrático. No hay triunfalismos ni promesas rimbombantes. Pero detrás de esa narrativa de consensos y colaboración se esconde también una lógica de control político. Las decisiones importantes pasaron por su escritorio. Las negociaciones clave, también. Su presidencia fue menos visible, pero no por ello menos influyente.
¿Y ahora qué?
Concluido el primer año, la verdadera prueba vendrá en el segundo ejercicio legislativo, donde las presiones crecerán y las definiciones serán más costosas. Morena necesita avanzar en reformas, en especial en temas como justicia, seguridad y administración pública, donde aún enfrenta resistencias internas y externas. ¿Será Hernández González una figura relevante en esa siguiente etapa? Todo indica que sí. Aunque termine su presidencia formal del Congreso, su capacidad de operación política no ha caducado.
En suma, el primer año de la LXII Legislatura bajo la presidencia de Maurilio Hernández González fue, en apariencia, un periodo de estabilidad y orden parlamentario. Pero esa calma esconde una arquitectura política bien cuidada, que buscó —y en buena medida logró— cimentar la influencia morenista en el Congreso local sin disparar alarmas ni romper equilibrios prematuramente.