La disyuntiva. Sin duda, la determinación del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha puesto a pensar a los millones de mexicanos: ¿qué tipo de presidente tenemos?, cuando le dice a su pueblo que no hay de otra más que arriesgarnos, porque no nos podemos quedar con los brazos cruzados viendo como la pandemia del coronavirus acaba con la vida de las personas, sin importar su edad – niños, jóvenes, adultos, adultos mayores- o condición económica -ricos o pobres-.
La Covid-19 no respeta clase social, abolengo o linaje, sino que agarra parejo.
Sí es cierto, hay daños psicológicos y de salud en los niños, por la falta de ejercicio, por el encierro permanente, de eso no queda duda; las afectaciones en el aprovechamiento escolar es la otra parte de esta generación en el mundo, que se vio afectada por la presencia del virus, un virus que vino a cambiar los estilos de vida no en México, en Toluca, en Metepec, en Ecatepec o en Puerto Vallarta, no, es en todo el mundo y a eso nos tenemos que acostumbrar.
Si bien las autoridades del gobierno federal intentan dar el primer paso para hacerle frente a la pandemia y poder reactivar el sector económico, porque de lo contrario los problemas de desempleo e inseguridad crecerán de forma incontrolable, esa es otra preocupación.
Aunque el regreso a clases es voluntario, no se ha dicho cómo se va a proteger a los niños que acudan a las aulas. ¿Cuántos van a ir por grupo?, ¿qué número de niños estarán en cada aula, 10, 15 o 20 niños? ¿Se podrá respetar la Sana Distancia, como principio básico para no contagiarse?
Cómo se va a hacer responsable el gobierno federal de la salud de los niños cuando uno, dos o tres se llegasen a contagiar, considerando que nos encontramos en la tercera ola y con el número más alto de contagios, como se registró el pasado jueves con más de 25 mil personas contagiadas del virus SARS-CoV-2.
La otra cara de la moneda son las cartas de responsabilidad. Uno como padre de familia tiene que firmar una carta responsiva para autorizar que su hijo acuda a la escuela. Eso se entiende como la forma en la que el gobierno se “lava las manos” y no es responsable si un niño se contagia o se agrava su salud, en los casos extremos.
Hay que considerar que son más de 25 millones de alumnos los que están inscritos en el padrón escolar del país, desde el nivel preescolar, primaria y secundaria, lo que representa 21 % de la población total en la nación, tampoco se cuenta con un sistema de salud de primer mundo, por ello, el extrañamiento del gobierno federal de aferrarse a un regreso a clases, cuando no han dicho con claridad cuáles van a ser los protocolos de seguridad para este regreso del día 30 de agosto.
¿Será suficiente limpiar y lavar los salones de la escuela de nuestros hijos, tomar temperatura, colocar gel, llevar cubrebocas? ¿Eso, verdaderamente, será suficiente? Es un panorama incierto, pero la necedad del presidente de la Republica es alta. Hay que arriesgar según su punto de vista.
Habría que preguntarle al presidente de México si él en lo personal está de acuerdo que su pequeño hijo regrese a las aulas. Sea el caso que asista a una escuela pública o privada, pero que asista, para arriesgar como lo plantea el propio Andrés Manuel López Obrador. Veremos.